domingo, 8 de junio de 2008

El momento supremo

Mi primer contacto con la música de ROD STEWART fue en 1988. Precisamente, ese fue el año que puedo determinar con facilidad que el rock llegó a mi vida. Hasta allí, solo escuchaba música clásica, algunos temas de rotación fuerte en la radio y lo que mi mamá ponía en el equipo de audio. Mi primer disco fue un cassette de una colección que se llamaba FMUSA. Eran, lisa y llanamente, grabaciones de radios estadounidenses. Salían en cada estación. A mis manos llegó, creo que por un regalo, “FM USA Sprint ‘84”. Y dentro de las sintonías grabadas, aparecía “Some guys have all the luck”. Lamentablemente ese cassette no sé donde fue a parar; pero lo cierto es que ya no lo tengo más. Ese era prácticamente mi único contacto con la música popular.
Pero un día descubrí una canción que me encantaba, que la pasaban todo el tiempo en las radios y la televisión. Fui hasta “Guía Musical” y como no sabía como se llamaba la canción que tanto escuchaba por todos lados y me gustaba muchísimo, se la tuve que tararear al vendedor, que rápidamente sacó que tema era: “La última cuenta regresiva”. Me lo dijo así, en castellano. Acto seguido, me llevé el cassette de Europe: “The final countdown”.
Ese mismo año, la estación de radio de frecuencia modulada de Radio Buenos Aires estaba en el 106.3: la Rock&Pop. Me abrió los oídos. Así fue como fui descubriendo un mundo nuevo.
Si bien en mi cabeza el nombre de ROD STEWART ya estaba en mi memoria, creo que comencé a escuchar sus temas porque eran los tiempos de un álbum que me compré, también en formato cassette: “Out of order”. Como eran varias buenas canciones que pasaban en la radio de ese disco, fue que me decidí a comprarlo. Por aquella época, yo me decidía por un disco de acuerdo a cuantas canciones buenas tuviera. Ya sabía que estaban “Lost in you”, “Forever Young”, “Crazy about her” y “My heart can’t tell you no” (que por error en la contratapa figuraba como “My heart can’t tell me no”).
Pero no fue en esos tiempos que “realmente” llegué a conocer a ROD. No.
La verdad es que no recuerdo la visita de ROD en el ’89. Lo supe una vez que ya era fanático de ROD y me puse a investigar.
Mi siguiente contacto con ROD se produjo en el año 1993. Me había obsesionado con “I don’t want to talk about it”. Me parecía tan triste pero hermosa a la vez… Tenía mala fortuna y me costaba muchísimo engancharla por la radio y poder grabarla en un cassette virgen. Una noche, en medio de la madrugada, me despertó la radio que había dejado encendida. Y era la voz de ROD cantando “I don’t want to talk about it”. Me desperté emocionado. Tardé en levantarme, porque estaba entre dormido escuchando esa melodía tan tierna entre sueños. Hasta que me di cuenta y salí disparado de la cama para presionar “play-rec”. Llegué a grabar tres cuartas partes del tema.
En el año 2000, en el verano marplatense, y de vacaciones con quien por ese entonces era mi novia, nos metimos en un Musimundo, como tanto me gustaba. Eran épocas de 1 a 1. Había plata. Un CD salía entre $12 y $20. Recuerdo que me puse a ver un sector de ofertas. Pero no eran los típicos discos de folclore o música infantil. No. Había buenos discos; o por lo menos habían artistas de renombre o consagrados.
En varias oportunidades había estado tentado a comprar un disco de ROD, pero siempre me había pasado que no me decidía por el hecho de que me parecían discos con una sola buena canción. Pero bueno, ese error he aprendido a no volver a cometerlo con ningún artista.
Había 2 canciones de ROD STEWART que me encantaban, además de “I don’t want to talk about it”. Eran “Downtown train” y “This old heart of mine”. Las escuchaba siempre en FM Aspen y deseaba tenerlas para poder escucharlas seguido. Y me encontré con el grandes éxitos de ROD con la tapa con la cara de él que tiene una polera negra y el fondo marrón. Además de ese disco, compré el grandes éxitos de Duran Duran. Sinceramente, pensé que me iba a gustar más el de Duran Duran. No lo sabía, pero estaba por descubrir a un músico que me iba a cambiar la vida.
Lo que sucedió fue auténticamente inesperado. Al principio el sonido folk de la mayoría de las canciones me pareció un poco primitivo. Pero fue solo las primeras veces que escuché el disco. “The best of ROD STEWART” sonaba todo el día una y otra vez de principio a fin. Me cautivaron casi todas, pero hubo una que de tanto escucharla y disfrutarla se me grabó la letra en la cabeza, y esa era “Maggie May”. De todas maneras, el “enamoramiento” aún no había llegado a un nivel importante. En esos días tenía percepciones que ahora me resultan extrañas. Por ejemplo, “You’re in my heart” no me gustaba para nada, cuando hoy en día es una de mis preferidas. “Tonight’s the night” me sonaba parecida a “Downtown train”, cuestión que en la actualidad no me sucede. La versión que trae ese disco de “I don’t want to talk about it” es la del año 1975 (Atlantic crossing), y yo sabía, aunque no estaba seguro, que había otra que era más moderna.
En fin, las única canciones que ya conocía antes de comprar el disco (no por su nombre, sino de oído) eran: “Baby Jane”, “Da ya think I’m sexy?”, “This old heart of mine”, “Downtown train” y la mencionada “I don’t want to talk about it”. Lo demás, eran joyas que acababa de descubrir.
La segunda parte de “The Killing of Georgie” me parecía extremadamente hermosa, y en eso hoy sigo pensando igual.
El año siguió su curso y no pude dejar de escuchar ese pedazo de compilado que era “The best of ROD STEWART”. Lo hice durante todo el año.
Al siguiente verano, nuevamente en Mar del Plata, me animé a comprar otro álbum de ROD. Por las dudas, otro compilado. Era “If we fall in love tonight”. Y creo que allí fue cuando comencé a “enamorarme” de ROD. Con cada disco que iba adquiriendo de ROD me pasaba que escuchaba las canciones y pensaba: “esta era de ROD STEWART?” y me sorprendía.
Creo que cada una de las veces que eso me sucedía me iba dando cuenta de que no me había percatado de que ROD me gustaba hacía mucho, pero como que por diversos motivos, era una admiración inconsciente.
De ese disco conocía de oído a “For the first time” que me resultaba ideal para pensar en momentos de amor junto a la que en ese entonces era mi novia. De todas maneras, el tema se volvió un motivo para la melancolía, pues poco tiempo después la relación concluyó. Pude confirmar que no estaba equivocado y que existía una versión con guitarra eléctrica y saxo de “I don’t want to talk about it”, que se acomodaba mejor a mi oído poco habituado por aquellos tiempos al sonido folk, el cual hoy por hoy disfruto como pocos estilos.
“Have I told you lately” estaba dentro de mi inconsciente musical. La conocía y me gustaba. Desde ya, “Forever Young” también (aquí era una versión muy distinta).
El deseo de volver a escuchar la versión tradicional de “Forever Young” me llevó a salir en búsqueda del CD de “Out of order”, pues el cassette del pasado había desaparecido de mi colección.
Fue entonces como un día tuve uno de mis clásicos momentos de “calentura” y me levanté con la idea de salir a conseguir todos los discos que pudiese de ROD. Justo había cobrado un premio del trabajo.
Como buen ser impulsivo que soy, me fui directamente al centro de la ciudad. Allí fui deambulando de Musimundo en Musimundo, pasando por Tower Records y cualquier disquería que me cruzara. Así fue como en un solo día me compré 17! Discos de ROD. Y no me arrepiento para nada. Creo que fue un impulso del que siempre voy a estar agradecido. En el 2002, cuando ello sucedió, los CD’s de ROD estaban en un promedio de $15 a $20. Los más viejos salían incluso $10.
Que tarde que tuve ese día! Estuve todo el día escuchando ROD. Descubriendo canciones, entendiendo a ROD. Creo que llegué a tener todos los álbumes del catálogo excepto los primeros cinco en cosa de 2 semanas.
Pero tampoco me alcanzaba. Quería todo. Fue así como conseguí la discografía completa en MP3.
Y bueno, lentamente fui accediendo año tras año a más y más material. Y con cada show que veía en DVD (el reproductor me lo compré para verlo a ROD, sino hoy seguiría con el VHS, jajaj) deseaba con más ganas que algún día viniera a Argentina. La verdad es que me parecía algo casi imposible. Hasta había hecho cálculos para poder ir a verlo a España.
Esos DVD’s produjeron otro evento inesperado: mi vieja se volvió fanatica de ROD! Lo ama al viejo!
Fueron muchas las noches que me tiraba en el sillón a ver por 24ª vez “One night only” (el show en el Royal Albert Hall) y me ponía a cantar en voz alta con lágrimas en los ojos o con grandes carcajadas cuando ROD hacía alguna de sus payasadas. Y lo veía tan difícil que eso alguna vez lo presenciara con mis propios ojos…
En los últimos días del año pasado (2007), se me ocurrió de repente, buscar en el google “ROD STEWART en Argentina”. Supuse sin la más mínima emoción que iban a aparecer notas de año ’89 cuando ROD había venido al país. Mi sorpresa fue gigante al leer que el 11 de abril iba a venir. Salí corriendo para decirle a mi mamá. No lo podía creer; tenía miedo que pasara lo mismo que en 2001, cuando la desilusión fue enorme al suspenderse su show en el Campo Argentino de Polo. Aún no se sabía donde iba a hacerse el recital. Supuse que en un lugar cerrado, tipo Grand Rex o Luna Park. Siempre había soñado con que estuviese en el Colón, pero sabía que era una locura, y además, el Colón estaba en refacciones.
Creo q una semana más tarde salió la publicidad a página completa en el Clarín espectáculos que decía “Estadio Vélez”. Me shockeó. La fecha no era demasiado lejana: 11 de abril de 2008.
Era la noticia que había esperado durante tanto tiempo y que creía utópica. No caía. Ese mismo domingo por la mañana llamé por teléfono para averiguar los precios. No me asustó ni me sorprendió que me dijeran que las mejores ubicaciones estaban a $550. Justo estaba por cobrar el aguinaldo, con lo cual tenía el dinero disponible.
El sueño que tantas veces imaginamos mi mamá y yo mientras charlábamos sobre ROD estaba más cerca que nunca. Desafortunadamente, la salud de mi viejita no era la mejor, y aunque no pudiera confirmarlo en aquel momento, era bastante improbable que pudiera estar junto a mi y a ROD para el show.
De todas maneras, decidí adquirir dos localidades. Si mi mamá no podía, tenía un suplente de lujo: mi novia Valeria, que de a poco se estaba empezando a “enamorar” de ROD. Sus canciones favoritas eran “The first cut is the deepest”, que ya la conocía por un cover de Sheryl Crow y “Maggie May”, a la cual había descubierto através de mi influencia.
Tuve un primer obstáculo importante, que al final terminaría alejándome un poco de ROD: había una promoción por la cual durante los primeros quince días desde anunciada la visita de ROD, solamente los clientes del Banco Santander podían acceder a la venta de localidades. No soy cliente de esa entidad y no pude encontrar a nadie que lo fuera, con lo cual perdí tiempo y buenas ubicaciones.
El primer día habilitado para la venta a “no clientes” del Santander era el 27 de diciembre. Esa mañana estaba a las 9 en punto en el Alto Palermo esperando que abrieran las puertas del shopping. Ingresé a toda velocidad y me dirigí hacia “Jenny”, donde ingresé y me encontré que no había nadie sacando entradas. Eso me tranquilizó. Cuando llegué al sector de venta de entradas y pregunté por las entradas para el show me topé con la primera y desagradable sorpresa: la mejor ubicación que quedaba era en fila 29, a unos veinticinco metros del escenario. Obviamente, no dudé y pedí los dos asientos. Total: $1.100.
Pese a no estar ubicado como hubiese deseado, estaba muy emocionado. El recital, para mi, ya había comenzado de alguna manera. El proceso empezaba desde ese momento en que supe de la gran noticia, seguía con la adquisición de las entradas y continuaba con la esperaba. En el medio de la espera estaban las noticias que iban a ir llegando de ROD y sus shows en latinoamerica. También iban a estar las declaraciones que pudiesen aparecer sobre su inminente llegada.
Y así fue sucediendo.
Al principio no se escuchaba ni se podía acceder a demasiado información sobre el show. La publicidad estaba presente en revistas, diarios, radios, e incluso, en la vía pública. Cada vez que vía los posters de ROD en las calles me recorría un escalofrío por la espalda y contaba los días; imaginaba lo que iba a ser.
En las clásicas revistas de domingo de los principales periódicos del país ROD salió en tapa y como nota principal. Fue algo sorprendente. No porque ROD no lo mereciera, sino porque en esas publicaciones nunca sale nada interesante. Y de hecho, si bien había muy buenas fotos en el caso de Clarín (que había entrevistado a ROD en su cada de Inglaterra), la información no me aportaba nada interesante ni nuevo. Lo único rescatable fue el comentario de ROD sobre los conciertos en Buenos Aires. Hizo referencia a que eran “en la cancha de Vélez”. El tipo, futbolero viejo, sabía que donde iba a presentarse era en el estadio de MI club! Agregó que suponía que iba a estar nervioso en los momentos previos. Me emocionó saber que todavía podía sentir nervios después de los miles de shows que dio durante su carrera. Creo que para ROD no era ni fue una fecha más. ROD ya había expresado en las líneas que escribió en “Storyteller” que lo había sorprendido enormemente como en Argentina y otros países de Sudamérica cantaban a coro sus canciones como si fueran británicos.
La vigilia que se produjo entre el día que anunciaron la visita de ROD y el 11 de abril tuvo también algunos aspectos negativos, por lo menos para mí: confirmé una sospecha que en los últimos años venía aumentando. Desde que ROD comenzó con sus standards americanos, un nuevo público se sumó a sus seguidores. Se trataba de gente cuyos gustos musicales nunca han sido bien definidos; gente que más bien dirigía sus oídos hacia donde lo indicaba lo que se veía “con buenos ojos”. En fin, simplemente se trataba de chetos: personas sin educación musical, que seleccionan sus artistas de acuerdo a la imagen que le reporta decir que consumen un determinado tipo de música. La típica gente que cuando le preguntas que escuchan te responde: “Coldplay, Keane, Paul Okenfold o The Killers”, todos artistas “políticamente correctos” y aceptados por la patria careta que vive para simular.
Toda esta gente fue muy simple de discriminar entre la multitud durante el show, básicamente, porque no sabían las letras de las canciones y solo se emocionaban con “Da ya think I’m sexy” o los cortes del último disco. Por supuesto, no esperaban temas como “Dirty old town” o “Handbags and gladrags”. Pero dejo la descripción más pormenorizada de esta gentuza para más adelante.

A mediados de marzo, una mañana de vacaciones de verano, durante el desayuno, Vale me tiró la buena nueva: estaba confirmada una segunda fecha! Sí, el día anterior a la que se suponía era la única visita de ROD (11 de abril). Esto me mató, pues yo no me había preparado económicamente para una segunda fecha. De hecho, ya había gastado mis ahorros en las mencionadas vacaciones.
Estuve muy cerca de ir y sacar una entrada, aunque fuera en campo (a unos 60 metros del escenario), pero mi criterio me indicó que eso iba a ser contraproducente. Estoy seguro que si hubiese ido en esas condiciones me hubiese sentido emocionado, pero a la vez muy defraudado por estar tan lejos. A su vez, la sorpresa del show del 11 de abril sería muy inferior a la que supondría ir solo a esa fecha.
Fue entonces que decidí solamente concurrir a la fecha inicial y aguantar de alguna forma en mi casa (a doce cuadras del estadio!) sin salir corriendo hasta Vélez para escuchar el show desde afuera.
En definitiva, no resultó tan deprimente como esperaba aquella noche del 10 de abril. En primer lugar, el canal de noticias TN emitió en vivo y en directo las primeras tres canciones de la noche y casi la totalidad de la cuarta. Verlo allí, en la pantalla, y saber que estaba sucediendo algo que había esperado tanto tiempo me hizo sentir un poco mal, pero también sabía que el día siguiente era MI día. No obstante, noté que el estadio no estaba lleno, lo cual me dio un poco de pena por ROD. Además, no lo noté demasiado expresivo o feliz como de costumbre. Estaba seguro que su actitud a estadio lleno, y con sus verdaderos seguidores presentes, iba a ser completamente diferente. De alguna manera, sentí que aquella noche del 10 de abril era una jornada privada sólo para una mayoría de público adinerado, sin una real admiración y también de invitados “V.I.P.”. Fue muy simple de darse cuenta: las imágenes de TV mostraban muchísimas de las ubicaciones de todo el estadio vacías (principalmente las más cercanas al escenario) y gente en las primeras filas sin mirar hacia donde sucedía lo que allí supuestamente los reunía: ROD y su banda. Increíblemente, se podían observar adolescentes que estaban enviando mensajes de texto o filmando el show sin la menor muestra de emoción. Por supuesto, filmaban con la única intención de al día siguiente alardear: “fui a ver a ROD STEWART en primera fila”.
Me fui a dormir temprano. No quise saber nada más de ese primer show. No pensé en nada, porque si lo hacía me iba a volver loco.
El 11 de abril de 2008 me desperté temprano. Por supuesto, había confeccionado mi horario laboral para no tener que trabajar en todo el fin de semana, incluido el viernes.
La larga esperaba estaba por llegar a su fin.
Estaba pronosticado que iba a llover. No era un tema que me preocupara, pero en alguna parte de mi cabeza temía por la suspensión del show, o que pasara algo imprevisto y no pudiese estar en el show.
Compré algunos diarios, pero en vano, pues no publicaron prácticamente nada sobre ROD.
Creo que esa indiferencia de la prensa, que ya es una costumbre en los recitales de mis artistas preferidos cuando vienen al país, fue producto de la propia indiferencia de ROD para los medios locales.
ROD llegó el miércoles 10 al país. Su mujer y su hijo menor (Penny y Alistair), el lunes.
Obviamente, se dedicaron a disfrutar de la ciudad en vez de dar aburridas entrevistas a los paupérrimos periodistas argentinos. Lo máximo fueron ¡4! Minutos con el pelotudo de Contepomi, que se la da de “especialista de rock” y cuando viene un tipo como ROD le hace las mismas preguntas aburridas que le han hecho un millón de veces a lo largo de toda su carrera, y que, obviamente, ROD respondió con muy poca gana.
En algún momento sentí el deseo de ir a apostarme en la puerta del hotel “Four Seasons” para verlo a ROD, pero siempre fui de pensar en aquello de no estorbar a una persona simplemente porque la admiro. Y sobre todo teniendo en cuenta que a mí, ROD no me conoce, decidí que no iba a ser uno más de los que le iban a hinchar las pelotas. Había soñado con una foto junto a ROD, pero me puse en su lugar, y a mi no me gustaría que las 45.000 personas que me vengan a ver pretendan sacarse una foto. En definitiva, la actitud “fan pelotudo” no la puedo poner en práctica, o simplemente, no se corresponde con mis principios. Son racional y también pasional, pero sin excesos. Comprendo al fan desquiciado, pero no estoy dispuesto a andar con el auto corriendo como un enfermo detrás de la limo de ROD con el riesgo de chocar solo para verlo, si es posible, a través de los vidrios polarizados.
Ese día no escuché ROD. Necesitaba extrañar un poco sus melodías y que no me pasaran inadvertidas por la noche. De hecho, escuché muy poco ROD durante las dos semanas anteriores.
Por la tarde no podía dejar de pensar y mirar el reloj. Si bien deseaba que los minutos pasaron volando, una parte de mi era consciente de que debía disfrutar de esos momentos previos, porque ya sabía que tantos años de espera y la vigilia previa al momento tan esperado siempre viene seguido de la extraña sensación de que todo pasó. Digo “extraña” porque uno se siente feliz por lo acontecido y por el disfrute, pero también muy deprimido porque ya haya concluido la experiencia. Y allí uno empieza a navegar por el océano de los recuerdos, y… eso mejor lo dejo para más adelante.
Durante esa tarde me dediqué a ver el pronóstico meteorológico y a buscar por internet noticias sobre ROD. Encontré algunas fotos de ROD paseando por Puerto Madero, pero era muy poco para satisfacer mi necesidad de saber que estaba haciendo ROD.
Había coordinado con Vale, que la pasaba a buscar por su casa (en General Rodríguez) alrededor de las 18:30. El show comenzaba a las 21:30, pero las puertas del estadio de abrían a las 17. Recién a las 19:30 se haría presente el primer telonero: Iván Noble.
Me subí al auto a las 17:45. El día estaba horrible. Caía una suave “garúa”. Fui a una velocidad precavida por la autopista, y desde ya, iba escuchando a ROD en vivo. Estaba un poco paranoico y temía que el auto tuviese algún desperfecto en el camino. Igual, ya había decidido que si ello sucediese (algo que no tenía razón de ser) lo dejaba tirado y me tomaba un remis o un taxi hasta la casa de Valeria y nos íbamos de allí al estadio. Pero el infortunio no se hizo presente. Llegué y Vale se acercó hasta el auto. Estaba hermosa. Vestía fiel a su estilo, pero había algo en ella que esa tarde resplandecía más. Cruzamos sonrisas cómplices, nos besamos y salimos hacia el “rendez vous”.
El viaje de vuelta hacia la ciudad fue muy excitante. Ya no quedaba nada, y sabía que ya estábamos viviendo “la experiencia”. Estábamos siendo parte del proceso final, que iba a desembocar en el éxtasis.
Si hubiese tenido que titular y musicalizar aquel momento habría sido con “Tonight’s the night”, seguido de “Tonight’s I’m yours” y “One night”.
Sin ningún problema, llegamos al estadio.
Me anticipé al problema del tráfico. Mi condición de “ciudadelense” y socio de toda la vida del Club Atlético Vélez Sársfield me permitió ser astuto y prever que la congestión de vehículos se iba a producir en General Paz y Juan B. Justo, por lo cual me mantuve en la autopista al centro hasta la última bajada sin peaje, la de Gallardo. Y no me equivoqué, así evité el embotellamiento que nos hubiese puesto nerviosos e impacientes. Al llegar a la salida, había bastantes autos, pero no demoramos más de cinco minutos en descender. Al hacerlo, quedamos a 3 cuadras del estadio. Como no podía ser de otra manera, la “viveza criolla” ya estaba lucrando en la zona: algunas personas con chaleco naranja había cortado algunas calles sin salida para “cuidar” coches. No lo dudé y dejé allí el auto. $20. No era un regalo, pero en un estacionamiento habría pagado el doble o más. Bajamos y comenzamos a caminar por las calles que millones de veces circulé.
Se sentía el ambiente de evento importante. Había más luces de lo habitual, mucho ruido a bocina, a tráfico vehicular y gente deambulando. Paramos en un kiosko y Valeria compró pañuelos descartables, ya que estaba un poco resfriado. En el camino hacia el estadio, vimos varios puestos ambulantes que vendían remeras de ROD, pero la verdad, eran todas horribles, así que no me compré ninguna.
Me sentía raro. Estaba caminando alrededor de un lugar que me resultaba enormemente familiar. Allí había pasado muchísimo tiempo de mi niñez, mi adolescencia e incluso mi etapa de adulto. Pero siempre que recorría los alrededores del estadio, era para ir a ver a Vélez, y esta vez todo era parecido, aunque se podía percibir que algo distinto iba a suceder (y era claro que así iba a ser).
La temperatura nos había sorprendido, pero de todas maneras estábamos correctamente abrigados. Harían unos diez grados centígrados.
Al llegar a la zona de ingreso, comenzó a lloviznar. Nos resguardamos en la panchería que queda en Juan B. Justo y Jonte. Tantas veces me había ido allí a tomar algo o comer un paty…
Teníamos hambre. Nos pedimos un superpancho para cada uno y una botellita de Pepsi.
Estaba ansioso; nervioso.
La lluvia se suponía que en algún momento de la noche iba a detenerse de acuerdo a los pronósticos del servicio meteorológicos. Pero algo me preocupaba.
Al llegar al sector para acceder a nuestras ubicaciones me di cuenta que era por la zona de ingreso al estacionamiento interno debajo de la platea Norte. Llegamos allí y había unas dos o tres chicas que te cortaban la entrada. Desde allí hasta las escaleras que llevan a la parte baja donde están los vestuarios y un acceso a los bancos de suplentes había una alfombra roja. Me resultaba muy extraño ver que todo se desarrollaba en el ambiente del club. Mientras nos dirigíamos a nuestras ubicaciones, observé que en medio de tanto derroche de controles, personas de la organización y gente que había pagado las entradas más caros solo por esnobismo estaban los pasillos, las puertas, los colores y las instalaciones de MI CLUB. Era una sensación muy extraña. De alguna manera, me sentía en MI lugar, pero un poco invadido. Supongo que muy, pero muy pocos habrán podido sentirse así, si es que a alguno más le pasó algo semejante.
Como llovía, nos quedamos esperando a metros del acceso al sector que daba a la zona de sillas y aprovechamos para hacer pis en los baños químicos. Iván Noble ya estaba tocando. Unos diez minutos más tarde nos decidimos a entrar.
Nos dieron una especie de revistita con fotos e información elemental de ROD y publicidad.
Apenas subimos los últimos escalones que nos separaban del campo, comencé a percibir la falta de organización. Pese a que había pagado una fortuna, el nivel organizativo no estaba a la altura de las circunstancias y del desembolso hecho. Había un grupo de mujeres cuya función era ubicar a las personas que iban llegando. Estaban recubiertas con bolsas negras de residuos para impermeabilizarse. No sólo que tuvimos que encontrar nuestras ubicaciones por nosotros mismos, sino que no nos dieron las mencionadas bolsas para evitar que nos mojáramos nuestros culos. Lo que sucedió muy gracioso, porque después de encontrar nuestras sillas, lo cual fue difícil ya que no estaban fácilmente identificadas, nos sentamos sin darnos cuenta que los asientos eran de pana y estaban mojados… Obviamente, nos empapamos el pantalón. Me levanté y fui en busca de las bolsitas. Casi tuve que rogar para que me dieran dos.
El clima estaba complicado. Llovía en forma constante y hacía frío. Para colmo, teníamos el culo mojado. Como si fuera poco, Iván Noble era insoportable. Vale se fue hasta delante de todo y se puso de ver de cerca lo sucedía en el escenario.
Por suerte, paró de llover y el cielo se fue despejando. Y también se fue Noble! Se despidió haciendo la canción patética de Los Caballeros de la Quema que los llevó a la fama: “Avanti morocha”.
El estadio estaría lleno en un 20% cuanto mucho. De a poco se fue colmando. El sector que no se completaba era el V.I.P., que estaba conformado por las primeras 27 filas. Nosotros estábamos en la 29.
Con Vale empezamos a charlar y a observar todo.
Por supuesto, toda la estética estaba cuidadosamente distribuida. Las luces estaban bajas, y la iluminación era tenue.
El escenario ya estaba listo para los músicos de ROD. A ambos costados una imagen del rostro se dividía en dos; mitad del lado izquierdo, la siguiente del derecho. El campo estaba partido en dos: la primera contenía todas las sillas, y la otra para el público de pie. A medida que pasaban los minutos, el estadio se iba completando. Y me fui dando cuenta que los verdaderos fans estaban en su mayoría en los sectores más alejados: plateas altas y en campo. Una pena que las mejores ubicaciones no sean para los seguidores de siempre de la música de ROD; una injusticia. Los conciertos de rock no son para estar sentado; eso queda para otros géneros. Pero bueno, quizá no hubiese sido posible que viniese ROD si no era de esta manera…
Cuando nos sentamos me preocupé porque los carteles que indicaban las letras de los diferentes sectores obstaculizaba la vista. Hablé con la gente de seguridad y me aseguró que cuando comenzara el show se iban a remover. Con Vale también pensamos en adelantarnos y conseguir alguna ubicación más cercana al escenario, pero parecía complicado, ya que el día anterior había habido bastante desorden, con lo cual este show iba a ser mucho más estricto. Si bien no estábamos mal ubicados, mi sueño de toda la vida y mi intención eran estar lo más adelante posible. Pero siempre he sido un tipo de respetar las normas, y al principio cumplimos las reglas…
Los comentarios de uno de los de seguridad fue que la noche anterior había estado Romina Gaetani y le había usurpado la silla a una persona que se levantó en el intermedio para ir al baño. Y hubo un pequeño escándalo. Yo me imaginaba la situación y estaba seguro que la hubiese sacado de los pelos. Por eso fue que alrededor de las 21:20 le recomendé a Vale, que se estaba haciendo pis, fuera hacia los baños, porque levantarse después sería un gran riesgo, además de que el show había que disfrutarlo sin estar desconcentrado en cosas como sentir deseos de orinar.
Alrededor de las 20 salió al escenario Juanse, que si bien no nos ofreció un set demasiado interesante, al menos sonó mejor que su antecesor y cerró con un clásico de Pappo: “Ruta 66”. La cantamos a coro y hasta nos animamos a algún movimiento de pies y manos. Cuando concluyó su tiempo, Juanse se despidió con un “los dejo en compañía del MAESTRO”. Y eso dejó en el aire una sensación casi insoportable de ansiedad.
Ya faltaba menos de una hora y no podía pensar en otra cosa que llegara el momento.
Ya era sabido que las entradas se habían vendido en su totalidad.
No obstante, aún había muchísimas ubicaciones vacías, sobre todo en las sillas V.I.P. Con Vale alcanzamos a ver algunas “celebrities” como Marcela Tinayre y el pelotudo de su hijo más chico. Después supe que fueron un montón de giles del “jet-set”, pero nosotros no vimos más que a ellos y al periodista Gastón Recondo.
El vacío en ese sector y la llegada a último momento, o peor aún: tarde, eran un indicador de que esas personas iban porque les regalaron las entradas o iban por esnobismo. Era muy evidente. Una falta de respeto para ROD, que en algunos tramos se le notó que le molestaba el deambular de la gente durante el show. De hecho, el quilombo y la desorganización de los primeros 5 o 6 temas generaron que un determinado momento ROD mandara a una persona con una escalera a que pasara por detrás de su posición en el escenario mientras cantaba. Una ironía que muy pocos deben haber comprendidos. Me dio mucha bronca que durante las primeras tres canciones tuviese que soportar peleas entre tipos que se querían colar o que había llegado tarde con el personal de seguridad porque me desconcentraban y no me permitían disfrutar de ROD al 100%!!! Sucedieron todas las cosas esperables del comportamiento tradicional del argentino medio: desorden, gente que se quería colar, tarados que llegaban tarde, discusiones, personas apostadas en lugares que no eran para el público (al lado nuestro teníamos gente parada), imbéciles que iban y venían sin encontrar su lugar (posiblemente porque se habían sentado en sillas que no le correspondían y ahora buscaban la suya) y toda esa mierda que el argentino suele ser en circunstancias por el estilo.
Cuando entramos en la última media hora ya casi ni hablábamos entre Vale y yo. Apenas si intercambiamos unas palabras con una pareja que se encontraba a nuestra izquierda que eran de Banfield. Nos contaron que ellos tenían tarjeta de crédito del Banco Santander y que aunque llamaron para sacar entradas el primer día de venta consiguieron esa ubicación, lo cual nos quitó todas las dudas sobre a donde fueron a parar la mayor parte de las localidad más cercanas al escenario: en manos de los “acomodados” de siempre. De hecho, cuando el show finalizó y nos retirábamos, una mujer con una de las pelotas que ROD tiró nos contó que había estado delante de todo y que había conseguido entrar sin pagar un centavo gracias a una “acomodadora” amiga. Indignante, pero es el país donde me tocó nacer; desde ya que si hubiese podido, hubiese elegido otro.
La música de fondo era de los 60’s. Recuerdo “Under the boardwalk”, “Sweet soul music” y alguna canción de Marvin Gaye.
Entre el público se podía observar una gran gama de edades. Desde adolescentes (los menos) hasta personas de ochenta! Me resultó muy difícil pensar en un promedio de edad, pero si me tuviese que jugar diría que unos 35 a 40 años. Había muchas camisetas del Celtic, algunas remeras de ROD (hacía mucho frío para remerita) y bastante ostentación. Mucho chetaje.
Cuando llegó la hora señalada (21:30) me tranquilicé. Aún no había actividad en el escenario, pero ya sabía que era cuestión de segundos; en cualquier instante iba a comenzar el momento tan esperado. En los pasillos circulaba muchísima gente buscando sus lugares. Vale y yo no hablamos más. Una sensación muy extraña nos invadió el espíritu y, según Vale, mi semblante. Sabía que el show del jueves había comenzado con puntualidad. Me extrañé un poco por la demora.
A las 21:35 las pocas luces encendidas del estadio se apagaron.
En la oscuridad total del estadio, alcancé a divisar las figuras de los músicos. Pude diferenciar al guitarrista Don Kirkpatrick, como siempre, a la derecha del escenario. Me di cuenta que estaban preparados esperando por él. La piel se me puso de gallina.
En la pantalla gigante que se encontraba al fondo del escenario comenzó la proyección de imágenes de ROD de diferentes épocas, mezcladas con una voz masculina al mejor estilo de los anticipos de una película en el cine. Era una introducción tipo cinematográfica. Y la voz en OFF contaba la historia de una persona que se convertiría en… THE RODFATHER.
Terminada la previa del “estreno”, surgieron imágenes de circo acompañadas de una música rimbombante al mejor estilo polonesa, que concluyó abruptamente para coincidir con la iluminación que retornaba para permitir una visualización perfecta del escenario.
Los vi a todos los músicos. Observé que J’Anna estaba hacia el fondo, como es habitual. Pero no quise mirar más a ellos porque yo quería ver a ROD, y estaba casi seguro que iba a aparecer desde la parte izquierda del escenario (mi derecha). Se escuchaban los aullidos y chiflidos de la gente. Un silencio que duró no más de treinta segundos duró casi una eternidad. Sabía que estaba por salir, lo sabía. Lo podía oler. Y de repente salió. Lo vi con mis ojos y comencé a aplaudir. Creo que debo haber sido uno de los primeros en verlo, porque inicié mis aplausos y la gente a mí alrededor no se percataba de que ROD se encaminaba hacia la parte delantera del escenario. Fueron solo unos instantes en que fui casi el único en golpear las palmas en ese sector. Luego sí, el estadio en su totalidad aplaudió, gritó, vivó y saludó al MAESTRO. No lloré. No. Simplemente no quería perder un solo detalle de lo que estaba sucediendo.
Y en el medio del griterío, cuando ROD aún caminaba hacia el borde del escenario, las guitarras comenzaron a interpretar las dulces notas iniciales de “It’s a heartache”. ROD llegó al micrófono saludando con sus manos a todo el estadio y una sonrisa muy tierna en su cara. Y tras los primeros segundos de la canción, ROD y su voz nos cantaban: “It’s a heartache, nothing but a heartache” con sus pasos clásicos. Esos pasos que sólo él puede hacer y no parecer ridículo para nada. Esos pasos que tantas veces había visto pero en realidad estaba viendo por primera vez. Con Vale nos abrazamos por el hombro y empezamos a cantar y saltar. Yo no me salía bien la letra, solo el estribillo, pero igual cantaba lo que podía. Estaba muy emocionado observándolo a ROD en cada cosa mínima que hacía. No tardó más de un minuto en dirigirse a los costados y comenzar a saludar a las plateas altas. Volvía al centro y se agachaba para dar algún saludo más personalizado. La mandolina de J’Anna era muy sencilla de identificar, y ella también, con su sonrisa típica y esos movimientos que denotan que está disfrutando la interpretación. Vale pegaba gritos, alaridos, me miraba y me decía: “es ROD!!!”. Los dos cantábamos mirándonos unos pocos segundos a los ojos; nuestros ojos llenos de felicidad.
En el sólo de guitarra, ROD largó sus primeros grititos que lo caracterizaron durante toda su carrera. “uuuuuu”. Como me emocionaban los “for you…” que precedían al estribillo. Y en el final lanzó uno de sus tan adorables: “oh yeah”, para concluir la canción con un “uuhu”. Era puro ROD. Cada adorno que le imprimía a los temas estaban allí presentes.
Cuando concluyó “It’s a heartache” llegó el primer momento para aplaudir a rabiar. El estadio se venía abajo. Y ROD nos dirigió la palabra: “Buenos Aires, My friends!”. Yo había visto por TN el show de la noche anterior y con un solo tema ya me había dado cuenta que este era un ROD muy diferente. Este era el ROD que tanto tiempo había estado esperando.
No pude llegar a emocionarme ni disfrutar de lo que estaba diciendo que la batería arrancó con el inicio inconfundible de “Some guys have all the luck”. Esta me la sabía completa. Pensar que era uno de los primeros temas de ROD que había escuchado en mi vida, allá por el ’84. La cantaba y saltaba con Vale. ROD empezó a ir y venir de punta a punta del escenario y saludar a todos. El coro me emocionaba con el característico coro: “uuuuhuhhhuuu, uhhhhuhhhu”. Eran las negras que venían acompañando en las últimas giras a ROD, las que ya había visto en “One night only”. En el sólo de saxo apareció Katja Riekermann con sus inconfundibles piernas largas y su cabellera rubia. Fue una interpretación impecable, como siempre. El coro volvió a repetir su parte. ROD estaba imparable; llevaba la misma ropa que había visto en las fotos de México y Chile. Un saco platinado, camisa blanca, los pantalones de vestir negros al igual que la corbata.
“This old heart of mine” arrancó con el coro característico y mucha potencia. La que fue una de mis canciones preferidas de ROD por mucho tiempo estaba allí, en mis oídos y mi corazón, cantándola ROD para nosotros. Con Vale no podíamos para de cantar y saltar. Fue una versión muy soulera. El final fue apoteótico, con ROD sacándole viruta al piso con su clásico pasito en que arrastra el pie para atrás y adelante en forma repetitiva como si estuviera pisando una pelota.
Con “Tonight’s the night” llegó el primer gran momento de la noche. Que gran canción por dios! Era el primer tema original de ROD. El estadio cantaba a coro y se podía observar al compositor un tanto sorprendido por semejante respuesta. De hecho, en algún momento, entre temas, reconoció al público con un “What a great audience” y aclaró que era mucho más activo y dinámico que el de la noche anterior.
En la pantalla se proyectaba todo lo que hacía ROD, y había que hacer un esfuerzo para evitar seguir el concierto a través de ella. Cada vez que me daba cuenta que miraba ahí en vez de a ROD corregía la mirada.
Había muchísimos giles que en vez de disfrutar del show se la pasaban filmando y sacando fotos. Se perdían todo! Nunca voy a entender ese tipo de especímenes…
Luego de hablar unos segundos sobre que era viernes por la noche, ROD se largó con el sintetizador de “Rhythm of my heart”, la cual canté a mi novia con especial atención en el: “Oh the rhythm of my heart, it’s beating like a drum… with the words I LOVE YOU rolling off my tongue!”.
A continuación llegó ese inicio tan dulce de “Downtown train”. Quizá no fue la que más me gustó de las interpretaciones del tema de Tom Waits, pero si pude disfrutar con ese sólo de batería y coros que le dieron tiempo a ROD para cambiar de vestuario y luego de varios minutos retomar la canción y terminar con delicadezas de su voz única para el deleite de los testigos. Realmente me quedé con la duda de donde se cambiaba ROD. Estaba demasiado lejos de los vestuarios que quedan debajo de la platea norte y además debería recorrer una camino muy complicado para evitar al público. Supongo que le deben haber armado un camerino en los viejos vestuarios de la popular visitante que estaban en desuso. Esto es algo que algún día cuando vaya al club voy a averiguar, porque me produjo una gran curiosidad. Que emocionante fueron esos “Will I see you tonight! On the downtown train! Every night, every night it’s just the same… on the downtown train!”
Cuando pasó “Downtown train” yo ya sabía que venía la canción que Vale esperaba, pero no le dije nada. Espere a que las primeras notas hicieran presencia. Y cuando eso sucedió, Vale ahogó un grito y se llevó las manos a la boca.
Como es habitual, ROD no arrancaba más a cantar luego de la introducción de “The first cut is the deepest”. Fue la primera de las canciones más coreadas por el público. De fondo, en la pantalla, se veían las imágenes de dibujos de corazones atravesados por dagas.
“Baby I’ll try to love again but I know… First cut is the deepest! BABY I KNOW!”
Por supuesto, ROD le dio lugar a la gente para que se hiciera escuchar, especialmente en los “BABY I KNOW”.
Fue el momento para que Vale se cantara la vida, emocionadísima.
Seguidamente, llegó otra balada matadora: “Have I told you lately”. ROD lo anticipó: “Here’s a lovely song”.
Probablemente fue el momento más romántico de la noche. Vale: Have I told you lately that I love you???
“Fill my heart with gladness! Take away all my sadness! Ease my troubles that’s what you do!”.
Al final, ROD se colgó con el “Ease my trouble!”, “Ease my trouble”, “Ease my trouble”, y en cada vez simulaba con su puño izquierdo un golpe que era acompañado por el baterista. Lo gracioso fue que a la quinta o sexta vez consecutiva ROD no utilizó el citado golpe, y el batero no cayó en la trampa, a lo cual ROD reaccionó con una sonrisa. La canción la finalizó con una extraordinaria muestra de lo que su voz rasposa aún puede hacer.
A continuación llegó “Having a party”, un rockazo de su ídolo Sam Cooke.
Que manera de cantar “So Mr. Mr. DJ, keep those records playing, cause I’m (We’re) having such a good time, dancing with my baby!”.
Las canciones comenzaban a pasar a una velocidad inusitada. Todo se sucedía con demasiada rapidez. Cuan cierto es eso de que lo bueno dura poco…
El inicio del tema siguiente me desconcertó. Comenzó con una batería un tanto disco o parecida a la Madonna de “Fever”. No la identificaba hasta que apareció la guitarra y descubrí a “Infatuation”, una canción perdida de “Camouflage”. Me encantó revivir el “Oh no! Not again! it hurts so good I don't understand! Infatuation!” El bajo tuvo sus segundos para el lucimiento. Lo único malo fue que en esta canción el sonido (que a lo largo de toda la noche fue excelente; impecable) alcanzó su momento de mayor volumen, y mi débil oído derecho colapsó y sentía ruidos de distorsión que no me permitieron disfrutarlo al 100%. Afortunadamente el resto del show no volvió a sucederse el malestar.
El primer gran momento de comunicación de parte de ROD se dio en un momento en que entre todo lo que le arrojaban él tomó algo del piso y entre una de las canciones agradeció un obsequió que era para Penny (creo que unos aros). Nombró a la persona que se los arrojó; una tal Claudia (Clodia, sonó en la voz de ROD) de apellido italiano. No me quiero imaginar lo que debe haber sentido esta mujer. No solo ROD dio las gracias sino que mencionó que jamás recibió una muestra de afecto así. Supongo que exageró, pero se lo veía de verdad emocionado. Y el calor de la noche estaba en un punto álgido. Público y artista estaban conectados. ROD saludaba a las plateas altas permanentemente (me parece que para demostrar el desagrado que le causaba la actitud desinteresada de la gran mayoría de los tarados que estaban delante de todo) “How are you doing up there?” preguntó. El público de arriba estalló en gritos y aullidos.
Al finalizar “Infatuation” ROD le habló al público y pidió que prestaran atención porque iban a proyectar un video que iba a incluir imágenes de su hijito Alistair, su padre, su hermano y su cada de Inglaterra. Además, les pidió a la gente que se sentara: “Set down, We’ve got a long way to go now, so please set down; have a Little rest” recomendó.
Y arrancó la emotiva “Father & son”. Fue uno de los momentos más emocionantes de toda la noche. La excelente interpretación de ROD del tema de Cat Stevens, mezclado con aquellas imágenes tan íntimas y relacionadas con la letra me pusieron la piel de gallina y me provocaron el deseo de las primeras lágrimas de la noche, las cuales pude contener.
“I KNOW, I HAVE TO GO”
Después de semejante golpe bajo, nada mejor que un buen clásico: “Have you ever seen the rain” irrumpió de golpe sin dejar lugar para deprimirse.
“I wanna know, have you ever seen the rain” “IIIIIIIIIIIIIIII wanna know”
ROD estiró la canción con una repetición del estribillo en el que permitió la participación del público que a esa altura estaba extasiado y cantaba a todo volumen.
ROD expresaba con cada “IIIIII wanna know” un “ahhhh, yeah”, expresando su enorme satisfacción por la respuesta que recibía desde las butacas.
Al finalizar el cover de Creedence, ROD nos recomendó que descansáramos unos diez minutos, que fuéramos a tomar una cerveza (ja!). Debe haber supuesto que somos un país civilizado y que no esta prohibida el consumo de alcohol en actos masivos…
Había llegado el momento del intervalo. Primera mitad. Ya estaba empezando a entristecerme por saber que se había esfumado tanto disfrute.
ROD volvió a los diez minutos.
Arrancó con un tema para remover la modorra: “Sweet Little rock & roller”. Creo que fue la única canción donde lo noté un poco cansado y que la voz no le daba. De todas maneras, fue el momento donde más ganas sentí de bailar.
“Sweet Little rock and roller, sweet Little rock and roller, Her daddy doesn't have to scold her”
Siguió “Young turks”, que mantuvo a la audiencia tremendamente excitada.
Con respecto al show de la noche anterior, ROD agregó un tema: “Twistin’ the night away”, que sonó bien rockero; bien Sam Cooke.
Pero uno de los momentos más soñadas llegó cuando el ritmo country de “You’re in my heart” llegó a mis oídos con su increíble letra: “I didn’t know what day it was when wou walked into the room” “I said hello unnoticed” “You said goodbye too soon”. Por supuesto que ROD demoró más de lo indicado en arrancar y hacer caer a todos en la trampa que igualmente la mayoría ya conoce.
Como era esperado, fue la canción más coreada de toda la noche.
Escuchar a ROD y cantarle “YOU’RE IN MY HEART, YOU’RE IN MY SOUL… YOU’RE MY BEST FRIEND”! Es que eso es lo que es ROD para mi, ES MI AMIGO, aunque nunca nos vayamos a conocer.
Los coros fueron de verdad impresionantes. Por momentos miraba al estadio y lo veía colmado y aunque estaba lejos, podía ver como estaba todo el mundo cantante y moviendo sus brazos al son de la música de ROD.
Y llegó “Forever Young”.
Llegó la fuerza enorme de este temazo de la época en que había comprado mi primer disco de ROD. Para mi, todo un himno.
ROD aplaudía al ritmo de la canción y llevaba ese gesto al público, que lo imitaba sin dudar.
En el puente del tema, extendido con respecto a la versión de estudio, se pudo escuchar el “mueva, mueva, mueva”. La parte de guitarra casi me desgarra el alma.
“And when you finally fly away, I’ll be hoping that I served you well!”
“I’m right behind you, win o lose!”
FOOOO EEEEEVEEEEER YOUNG!
FOOOOOOOOO EEEEEEEEEEEEEE VEEEER YOUNG!
ROD desapareció mientras la banda interpretaba una versión soul de mi tema preferido de Creedence “Proud Mary” (para mi el tema que decidió a Kurt Cobain como quería que sonara su guitarra).
Al volver con nuevo vestuario, llegó el momento que más me llegó al corazón.
Se apagaron las luces del estadio y la guitarra hizo sonar los primeros acordes de “I don’t want to talk about it”. Tantas veces que había soñado con ese momento y finalmente lo estaba viviendo. No hubo otra canción donde cantara más el público que el propio ROD. El viejo estaba emocionado; no paraba de hacer gestos a la audiencia. Eran gestos de asombro, de placer y gratitud. Que emoción dios… “I don’t wanna talk about it, how you broke my heart… if I stay here just a Little bit longer… If I stay here won’t you listen to my heart…” “oh, my my heart”. Los encendedores y celulares del estadio eran la única iluminación. La parte de saxo a cargo de Katja fue demoledora. “I don’t wanna talk about it! How you broke my heart!!!”. Fue el único momento en que alguna que otra lágrima recorrió mis mejillas (como tantas otras veces y era previsible que sucediera). Los brazos se movían de izquierda a derecha y la gente cantaba más fuerte que nunca. ROD terminó la canción arrodillado y sosteniéndose del pie del micrófono con la cabeza gacha en señal de entrega a su público. En ese momento sentí tantas ganas de decirle gracias… Qué emoción, qué momento! Qué ganas de llorar!
Pero ROD no iba a permitir que la noche cayera en un mar de lágrimas, y después de unos segundos de descanso, largó con “Hot legs”.
Yo sabía que era el momento de los balones, así que tenía que estar atento. No obstante, tampoco quería distraerme demasiado intentando agarrar una pelota y no disfrutar de un temazo semejante. Hubo dos que estuve a centímetros de alcanzar, pero no pude. Deben haber sido más de treinta pelotas marca Penalty, la mayoría amarillas; algunas blancas.
“Who’s that knocking on my door?” “Gotta be a quarter to four, is it you again, coming round for more! You can love me tonight if you want, but in the morning make sure you’re gone!”
Lo que me sorprendió fue que no esperó hasta el final de la canción para sus clásicos “I love you honey!!!”, sino que los gritó en varias oportunidades junto a las cincuentonas babosas.
En un momento, un tipo que le alcanzaba los balones se quedó demasiado cerca y era visible. A ROD, que no se le escapa ningún detalle le hizo señas de que se metiera más hacia adentro. UN GRANDE!
No me daba cuenta que las canciones pasan y ya se acercaba el final hasta que entre abrazos con Vale me llegó al oído la melodía de “Maggie” y entonces me di cuenta que eran los momentos finales. No había tiempo para lamentarme, tenía que disfrutar lo que quedaba!
La mandolina de J’Anna inconfundible sonaba y yo no podía creer que estaba escuchando a ROD haciendo “Maggie May”! Tantas veces que lo había soñado! Pero este era el momento que más deseaba y había llegado. Ahí estaba ROD diciéndonos: “The morning sun when it’s in your face really shows your age!” “Oh Maggie I couldn’t try anymoooooore!”.
La mandolina me taladraba el oído y el alma. Cuando pasó el segundo sólo de guitarra y apareció el sólo de ese instrumento tan característico de la música de ROD no cabía de la emoción. Y llegó ese instante que hacia tanto esperaba para gritar junto a ROD y J’Anna:“Maggie, I wish I’d never seen your face”. Y dos veces, como prefiero, en vez de una.
El final fue apoteótico y el estadio se vino abajo en aplausos.
Personalmente creo que ROD nunca se cansa de hacerla y que siempre la disfruta.
Como si pareciera demasiada emoción, llegó “Sailing”.
Ahhhhh. “I am sailing, I am sailing, home again, across the sea… I am sailing, stormy waters, to be near you, to be free…”
Otra vez los celulares como única luz. Otra vez la emoción sin fin. Otra vez ROD que nos cantaba al alma.
“Can you hear me, can you hear me, through the dark night, far away!”
El solo de guitarra me partió en dos el alma. El final me paralizó; sabía que era el último gran tema del show. De alguna forma sentí que el concierto terminó con “Sailing”.
“Baby Jane” irrumpió con el interminable grito: “Baaaaaaby Jane, don’t leave me hanging on the line!”. Pero mi no es uno de mis temas preferidos.
Hubiese preferido un “Handbags & gladrags” o un “You wear it well”, que sin dudas se hubiesen clavado como dagas en mi corazón, pero no me quejo.
ROD se fue junto con los músicos. Muchos pensaron que no volvería, incluso Vale le dijo a una mujer que no se fuera, que iba a volver. Y obviamente, ROD volvió (cambio de vestuario incluido).
“Da ya think I’m sexy” era el bis. Arrancó más funky que disco.
“Sugar, sugar” y el coro de todo el estadio: “oooooooo ooooooo, ooooooo ooooooooo”.
Vale, de improvisto se empezó a mandar entre el personal de seguridad y me llevaba de la mano. Nos fuimos mandando y detrás nuestro se fueron mandando muchos más que aprovechaban lo cara rota que es Vale. Llegamos a unos 3 metros del escenario. Lo tenía a ROD ahí! Le podía ver las facciones de la cara, las arrugas, todo! Estaba estúpido observando todo lo que hacía ROD, que no paraba de hacer payasadas, saltar, bailar y saludar. Se lo veía muy contento, muy sonriente. Fue una versión bastante extensa, de casi siete minutos.
Y llegó el momento menos esperado: el final. ROD se fue. Y con él los músicos. La gente seguía cantando, pero ROD ya no volvió. J’Anna saludó mientras se despedía con el pulgar en alto. Miró justo para donde estaba yo.
Y se terminó. Así de brusco.
Con Vale nos mirábamos. Era una sensación rarísima. Extasiado de placer, pero con una tristeza que empezaba a inundar mi alma.
Esperamos unos minutos para que se desagotara el estadio; mientras tanto, aprovechamos para sacarnos fotos con los afortunados que habían logrado agarrar algún balón.
Una vez que hubo menos gente en la salida, nos fuimos. En la lenta caminata hacia Juan B. Justo, una cheta pelotuda decía por su celular: “No te escucho Agus, ay, no te escucho”. Me chocó compartir el lugar con esa gente que estaba ahí por esnobismo y no por admiración.
Lo demás son detalles menores.
Llegamos al auto y lo encontramos cagado por todos lados por las palomas. Nunca vi en mi vida tanta cagada de paloma en un mismo coche.
Llegamos a casa, y como no podía ser de otra manera, estuvimos una hora relatándole todos los eventos a mi viejita.
Después fuimos a comer a la panchería de siempre. En el auto comíamos y me largué a llorar. No podía parar. Era una mezcla muy rara de alegría y tristeza.
Hacía minutos que había pasado todo. Es que no habíamos tardado ni diez minutos en salir del tráfico enquilombado de la cancha, el cual a muchos los debe haber demorado muchísimo más.
Era tan rara la sensación interna.
Tan raro todo. ROD estaba cerca, lo sabía. Y eso me inquietaba. Saber que por lo menos por unas horas estábamos en el mismo lugar. Que hacía un ratito nomás, se había acercado hasta mi casa para cantarnos a Vale y a mí.
La llevé a Vale a su casa y me volví escuchando ROD, por supuesto.
Llegué cansadísimo y me acosté. Con la cabeza apoyada en la almohada revivía cada uno de los momentos que hacía menos de dos horas había experimentado. Tardé, pero el sueño llegó, y con él, concluyó uno de los días más emocionantes de toda mi vida.
Jamás lo voy a olvidar.
Gracias ROD!
GRACIAS!
Pero eso no es todo. Sábado y domingo no paré de pensar en ROD; en escuchar su música. Ya había cientos de videos grabados en celulares y cámaras digitales en youtube. Los miraba una y otra vez.
Encontré una página donde escribía J’Anna. Le mandé un mail.
La sensación extraña posterior al concierto no desaparecía. Se mantenía igual o aún más potente. Era una gran felicidad, y a la misma vez, una enorme tristeza. Pero no quería que ese sentimiento desapareciera, aunque sabía que con los días eso sucedería.
El lunes durante todo el día, mientras trabajaba, no podía parar de sentir esa sensación rarísima. Después, hablando con otros fans que fueron al show o leyendo sus relatos, llegué a la conclusión que es un efecto natural. Es un estado emocional de shock muy difícil de explicar. Es como seguir aún allí en el estadio, con ROD cantando y los músicos interpretando sus canciones. Es como que me quedó la emoción que me producían las melodías, las cosas que decía o hacía ROD durante el show. No se me iba. NO QUERIA QUE SE FUERA!
Cuando llegué a casa me conecté a internet. Al abrir el correo electrónico leí: “tiene un mensaje enviado por D’Anna Jacoby”. Se me aceleró el corazón. No sabía si era una contestación de ella misma o era un típico mensaje automático. Lo leí mientras charlaba con Vale por teléfono. J’Anna me contestó muy amablemente y hasta me contó que habían disfrutado todo el fin de semana de la ciudad, que le había encantado y que aún estaban acá! Recién por la noche se volvían a Estados Unidos. Me mató el mail. ROD TODAVIA ESTABA ACA! No podía creer todo lo que había vivido el viernes, y ni hablar de recibir un mail escrito por J’Anna. Tantas veces que la había admirado en los videos; lo increíblemente versátil que era… y ME CONTABA COMO LA ESTABA PASANDO EN BUENOS AIRES! Era demasiado.
Y los días fueron pasando. La emoción aún me dura en el corazón, aunque naturalmente, un poco se ha aplacado. No obstante, cada vez que escuche una canción de ROD STEWART no voy a dejar de recordar esa sensación increíble. No voy a olvidar jamás la noche del 11 de abril de 2008; la noche más emocionante de toda mi vida.